Aunque los datos globales son positivos, puesto que desde que ha empezado el año ha habido 245.084 altas, en Galicia 11.468, la realidad es que sigue siendo un despropósito la tasa de reposición a la que nos tiene acostumbrados nuestro colectivo.
Esta situación que se produce mensualmente es la razón principal de la debilidad de nuestro tejido productivo, y sigue siendo uno de los grandes asuntos pendientes que aún no han sido abordados con firmeza.
Los datos de la serie histórica de afiliación del RETA nos indican que existe una puerta giratoria para miles de profesionales autónomos que entran y salen del mercado de trabajo sin que este sea capaz de lograr, con firmeza, una permanencia más larga de dos años de vida para la gran mayoría de las actividades, situando la tasa de fracaso en casi el 80%.
Las altas en el RETA a lo largo de los últimos años han sido de 650.000, exactamente las mismas que las bajas en el sistema. Las políticas de incentivos al inicio de la actividad, como la Tarifa Plana y medidas análogas, están siendo un auténtico fracaso. Tan solo han servido para decorar los datos estadísticos a corto plazo: una fotografía distorsionada que maquilla la verdadera realidad.
Con esta situación, y a punto de recuperar cierta normalidad económica, hemos perdido una oportunidad fundamental para lograr un cambio de modelo económico en nuestro tejido productivo. La transformación que tendría que haberse puesto en marcha de forma urgente, no se han producido durante la COVID-19.
El trabajo autónomo, únicamente sigue creciendo en sectores que ya están sobredimensionados: el comercio que supera los 773.380 activos, la hostelería con 321.100 autónomos, otros servicios con 212.370, la construcción con cifras de 397.500 afiliados y el transporte con 214.256 trabajadores por cuenta propia. Nada que indique un crecimiento en sectores profesionales de alta cualificación, que aporten un nuevo modelo económico fundamentado en la calidad por encima de la cantidad.
Mientras no se adopten medidas concretas a corto y largo plazo, seguiremos esperando a la próxima crisis económica para volver a debatir sobre el cambio de modelo económico. Continuaremos con las luces de corto alcance y, por más que nos empeñemos desde nuestra organización, esta seguirá siendo la dinámica de las decisiones. El cortoplacismo, la política electoralista y la poca visión que están demostrando determinados políticos, es sin duda el lastre principal y por el cual no se adoptan decisiones valientes.
Eduardo Abad, presidente de UPTA, «hablamos de digitalizar, formar, profesionalizar, crear entornos económicos atractivos, investigar, desarrollar económicamente el entorno rural y el empleo autónomo sostenible, es decir, un autoabastecimiento energético. Estas premisas deberían marcar las agendas de todas las administraciones, puesto que son los verdaderos retos a los que debemos enfrentamos si de verdad queremos un cambio en el modelo de desarrollo».